Año 1975: A mis 15 años en Barahona

Héctor Rafelín Cuello...

Hoy, mientras veía un programa meridiano que se inició con unos bellos boleros de los años 70, me inspiré y escribí esta historia como un homenaje a esa época que, sin lugar a dudas, fue bella e inolvidable.  Cada vez que escucho una canción de Danny Rivera, Leonardo Fabio, Camilo Sesto, Nino Bravo, Joan Bau, etc., me transporto a esa bella época.  Soy de los que no dudaría en regresar a aquellos tiempos si pudiera.  A continuación haré un recuento de algunas de mis memorias de esos tiempos de oro:

En el año 1975 regularmente me levantaba, me daba un baño con agua de la ducha, para ese tiempo había agua abundante en nuestro pueblo, me desayunaba con un par de "pan de gloria", rocones o un ponche de huevo de pata con vino tinto y leche de vaca fresca, con un par de sabrosos pan de agua y mantequilla de "cebo de carreta".  Luego me iba a la cancha Marino Generoso Matos ha jugar 21 con los amigos, al terminar nos sentábamos en el contén frente a la casa de Bobiche ha disfrutar de un sabroso mabí de limón semi congelado.

Antes de que sonara la sirena del reloj público anunciando las 12 del medio día, regresaba a mi casa, me daba otro baño y comía lo que encontrara, ya sea un buen locrio, que podía ser de pollo, carne de cerdo o de pica-pica, habichuelas  guisadas y ensalada, o "la bandera nacional" (arroz, habichuelas y carne guisada).  Luego me recostaba un rato, para luego levantarme e irme a estudiar al colegio de Yorik Piña (FAME), en la iglesia vieja.  Salía del colegio a las 6 de la tarde y camino a mi hogar paraba en la casa de mi novia de la época para pasar un rato juntos.

En ese encuentro casi siempre ella me sacaba caspas, espinillas y nos dábamos unos cuantos apasionados besos, en ocasiones también me ayudaba con la tarea.  Luego regresaba a la casa, me daba otro baño, me cambiaba de ropa, salía y me juntaba por un rato con los amigos del barrio, que solíamos discutir quién era mejor de Wilfrido Vargas y Johnny Ventura.  De ahí me iba a los alrededores de la casa de mi novia ha esperar que salga para pasar un par de horas juntos conversando, "comiendo gallina" o peleando por algo sin importancia, pero que podía durar varios días discutiéndose, en esos tiempos hasta pelear con la novia daba gusto, casi siempre nos sentábamos al pie del Cristo de la iglesia vieja.

Luego llegaba el fin de semana y lo recibíamos como un acontecimiento, y con una alegría inusitada.  Durante la semana planeábamos un viaje a la playa, que podía ser a Saladillas con los amigos, donde cocinábamos pescado con coco y moro de gandules o con plátanos u otros víveres, pescados que nosotros mismos pescábamos, o un locrio de pato o gallina que cogíamos en una de nuestras casas sin permiso, pero que en esos tiempos no era robado;  eso era un gran día de fiesta, nos dábamos un baño en el mar, que para ese tiempo el agua era limpia y cristalina, luego de la comida principal comíamos hicacos, tomábamos cocos de agua y comíamos su "tela", que en esos tiempos eran abundantes en la zona de Saladillas, y maroteábamos mangos, quenepas,etc.

Para el fin de semana también se podía ir a una gira a alguna playa o balneario de la región u otra parte del país.  Participé en varias a Las Marías de Neyba, Las Varías de La Descubierta, Pedernales, Los Patos, La Toma de San Cristóbal, Santiago, etc.  Eran viajes entre familias, amigos y en los que se gozaba sanamente.  Los Domingo en las mañanas regularmente íbamos a misa, luego a tanda vermouth, en el cine-teatro Ercilia.  Los domingos en las tardes solíamos comer quipes donde Don Paisolo, rellenos de repollo y bollitos de yuca, esto también podía suceder durante los días de semana en las tardes, siempre que tuviéramos dinero para hacerlo.

En las tardes íbamos al Parque Central ha comer helados o bizcochos donde Julián El Chino.  Luego disfrutabamos de la retreta que daba la Banda de Música Municipal de Barahona, dando vueltas con la novia o los amigos alrededor de dicho parque, algunos aprovechaban para enamorar las muchachas que iban solas ha dar vueltas.  El Concierto de la banda era magistral, tocaban vals, pasos dobles, danzón, merengues, una que otra pieza clásica, al principio y final siempre abrían y cerraban con el Himno Nacional, que cuando sonaba todos nos quedábamos quietos como una vela, como señal de respeto, cosa que se ha perdido.  Al final de la retreta acompañábamos la novia a su casa y nos íbamos directo a nuestro hogar.

Este escrito lo hacemos como un homenaje a esa época donde primaba el respeto, la diversión sana, la amistad sincera, la práctica del deporte y los amoríos idílicos que se practicaban con respeto a la mujer y nunca se pasaba de donde la novia indicaba.  Espero que este escrito sea del agrado de todos ustedes y que puedan transportarse a aquellos años que no volverán, pero que jamás olvidaremos.
¡¡¡LA VERDAD SIN INSULTOS!!!
(HRCV)