Jean Claude, el Coronel y su paraíso soñado

By El Barahonero jueves, 22 de febrero de 2018 0 comments
Jean claude Pié, desde antes de nacer ya pasaba hambre, su madre, que era muy pobre, nunca pudo ingerir una comida decente en los meses que estuvo embarazada, nunca fue al médico.  Ella murió el día que nació el niño, quien vino al mundo desnutrido.  Una tía lo crió desde que nació, pero esta era muy pobre y apenas conseguía para ocasionalmente darle un pan.

La pobre criatura sobrevivió de milagro, enfermo, desnutrido y comiendo de la escasa basura que encontraba sobrepasó el primer estado de la niñez, ya a los nueve años un hombre que conoció le habló de República Dominicana, que allí podía llegar caminando o si alguien lo llevaba en un vehículo, ahí nació en el muchacho el deseo de emigrar.

Emprendió camino hacia el vecino país, en el trayecto llegó a un negocio donde se paraban los vehículos de carga y pasajeros que iban y venían de República Dominicana, allí tuvo la suerte de encontrar a un dominicano que lo encaminó hacia la frontera, lo dejó en el camino muy cerca de la puerta de entrada al vecino país.

Bajó y tomó un camino, el cual era usado por otros inmigrantes ilegales, ya en un grupo se sintió más seguro, aunque seguía pasando hambre porque los alimentos eran escasos y sus compañeros de viaje e infortunio era muy poco lo que compartían con él. 

Cuando llegaron a la frontera tuvieron tan mala suerte que se encontraron con una patrulla de guardias dominicanos, estos los detuvieron, les pidieron "papeles" y al no tener fueron detenidos.  Con estos guardias tuvieron un  par de horas, ellos les exigían dinero y los haitianos decían no tenerlo.

Luego que pasaron un par de horas los haitianos se pusieron de acuerdo y entre todos reunieron un par de mil pesos y se lo ofrecieron a los guardias, quienes aceptaron y ellos prosiguieron su caminata hacia la libertad estomacal y alimentaria.


  1. Llegaron a dominicana, pero decidieron seguir por un camino y no por la carretera, uno de los haitianos ya había estado en este país varias veces y sabía como funcionaba la cosa.  Caminaron por muchas horas y cuando ya el hambre apretaba se encontraron con varios árboles de mango, al ver aquello fue un gran choque para Jean Claude, él nunca había visto árboles con tantas frutas y sin que nadie los cuidara, ahí se dió cuenta que había llegado al "paraíso soñado".


Desde el momento que el muchacho salió de Puerto Príncipe habían pasado varios días de caminatas, de dormir a la intemperie, de hambre, miedo e incertidumbre.  El objetivo del que conocía el camino era llegar a La Descubierta, donde él trabaja cada vez que viene en una finca; llegaron al lugar a prima noche y se dividieron, allí el hombre les dijo que cada cual por su camino ((Chak moun sou wout li).

Jean Claude ya sabía que había llegado al lugar ideal, aunque al principio sufrió mucho, dormía en el monte y comía de las frutas que encontraba, pero nada se podía comparar a lo que pasó en su país, donde lo único seguro que tenía era el hambre y que moriría en cualquier momento, aquí era diferente, el monte era espeso y lo protegía del sol, también era generoso, habían frutas varias para por lo menos llenar el estomago.

Pasó como un mes y el muchacho sintió curiosidad de ver como era el pueblo y allí se dirigió, quedó sorprendido con la belleza del lugar y de que, a pesar de su miedo, nadie parecía prestarle atención.  Caminando por La Descubierta llegó al balneario de Las Barías, allí vio abundante agua, mucha gente bañándose y varios negocios de venta de comidas y bebidas.

Una señora lo vio sucio, solo y frágil, le tomó pena y lo llamó, le preguntó que donde vivía y el niño no entendió, gracias a Dios la señora sabía un poco de creol y en ese dialecto se pudieron comunicar; la mujer tenía un puesto de venta de comidas y por esos días necesitaba a alguien que la ayudara, Jean Claude le cayó como anillo al dedo.

Le dio jabón para que se bañe, pero cuando el muchacho metió un pie en el agua pitó como "El Coamo", hubo que agarrarlo entre varias personas para bañarlo, luego de estar limpio el muchacho se veía mejor, la doña dijo:  -"Mira, hasta buen mozo es el condenao".  Luego le dio de comer y el niño comió como camionero, esa era la primera comida decente de su vida, nunca había visto tanta comida junta y mucho menos para él.

Desde ese día el niño empezó a ayudar la doña, servía comida, recogía los platos sucios, fregaba y hacía mandados, aunque esto último lo hacía con dificultad porque no sabía español.  Como niño al fin aprendió español en unos meses, aunque su acento era muy evidente, pero entendía y se podía comunicar para comprar algunas cosas para el negocio de su protectora.

Jean Claude hizo amigos de su edad y mayores que él.  Estos le contaban de un lugar grande y maravilloso, donde todo el que llegaba conseguía trabajo y nadie lo molestaba;  fueron tantas las historias que escuchaba sobre ese gran lugar que todas las noches cuando iba a dormir el muchacho se imaginaba como era la gran ciudad, La Capital.

Pasaron unos meses, ya el chiquito se había convertido en un "tiguerito", en el buen sentido de la palabra, se desenvolvía muy bien.  Ya se le había metido entre ceja y ceja que su destino era La Capital.  Cada vez que  llegaba alguien con estilo capitalino y en un buen vehículo se le acercaba y le decía que le dieran una bola para Santo Domingo, todos se negaban y le decían que habían chequeos militares y si los cogían los meterían preso, que eso no se podía.

Un día llegó al lugar un Coronel en bebida, el hombre estaba ebrio, andaba con un chófer y otro militar de menor rango que le hacían el coro y tomaban con él, aunque en menos cantidad, el coronel era un "traga níquel", bebía más que un carro de ocho.  El militar se acercó al negocio de la protectora de Jean Claude ha comer, el niño lo atendió muy bien, lo mandaron a comprar cervezas y se las trajo bien frías y el menudo estaba exacto, el militar se encariñó con el muchacho y hasta lo invitó a que se sentara con ellos en la mesa y comiera.

El niño, ya cuando el militar y sus compañeros se iban, lo abrazó y apenas le llegaba a la cintura, el niño lo agarró muy fuerte como si tratara de evitar que se fuera, aquello conmovió al hombre, pero luego sucedió algo que derrumbó emocionalmente al Coronel, el muchacho le dijo que lo llevara con él, que no tenía a nadie, que lo llevara a La Capital, el militar, no sé si producto de los tragos o porque le tomó cariño al niño, le dijo que se subiera al vehículo.

De La Descubierta pasaron por otros pueblos de la región, fueron a Jimaní, El Limón, Duvergé y de allí bajaron a Neyba, donde siguieron los tragos y hasta se bañaron en Las Marías, donde Jean Claude dio una exhibición tirándose al agua desde un árbol muy alto, hasta vueltas daba en el aire.  El Coronel quedó sorprendido con esa hazaña del menor y cuando llegaron a Galván ya lo presentaba como "mi hijo prieto".

Luego de varias paradas para beber y comer, hasta para bailar con un par de vagabundas, emprendieron viaje para La Capital.  Allí llegaron sin ningún inconveniente, el Coronel llegó a su casa y le presentó el niño a su esposa e hijos como su "hijo de la calle", aquello era una broma, la cual no le cayó muy bien a su esposa.  Esa noche pusieron al muchacho ha dormir con la muchacha del servicio y al otro día el Coronel lo llevó a una finca que tenía en Bayaguana, allí se lo entregó al capataz y le dijo que lo tratara bien, pero que le enseñara los trabajos del lugar.

Pasaron los años, el Coronel se convirtió en General, Jean Claude ya era un hombre mayor de edad, aunque muy joven aún, se había convertido en la confianza del comando, el capataz enfermó y el jefe lo nombró a él como administrador de la finca, le sacó sus papeles dominicanos y el niño muerto de hambre y solo se había convertido en un hombre respetado y trabajador como el que más.

Un día, tomando unos tragos con el General le planteó que quería ir a Haití para ver que era de sus familiares y ver si los podía ayudar en algo, ya que no había olvidado lo mal que se vivía allí, el general, que parece los tragos lo ponían suave, estuvo de acuerdo que el joven fuera a su país, además le sugirió que si algún familiar de él quería venir a trabajar en su finca que lo trajera.

Pasó casi un año cuando se dio la oportunidad para que Jean Claude fuera a Haití en busca de sus familiares.  El General hasta una carta le dio al joven para que la presentara a su regreso si traía algún familiar, así los guardias no los molestarían.  Al llegar a Haití se dirigió donde vivían algunos familiares suyos, allí encontró un hermano mayor que él y varios primos, en total encontró unos seis hombres en condiciones de trabajo.  También encontró que la cosa no había cambiado mucho y el hambre era lo que primaba en el lugar.

El joven se juntaba con sus familiares, hacían cocinados con comida que él compraba y les contaba como había llegado al otro lado y lo bien que le estaba yendo.  Al paso de una semana ya todos estaban más que convencidos que del otro lado era que estaba Dios, todos estaban listos para salir hacia el "paraíso soñado".

Jean Claude, su hermano y primos abordaron un camión de pasajeros, de esos que son bien coloridos en el hermano país, llegaron a la frontera y cuando llegaron a migración dominicana y al puesto de guardias el joven mostró sus papeles y la carta que le había dado el General, los familiares del joven quedaron sorprendidos cuando los guardias e inspectores de migración al leer el documento hasta el saludo militar le hicieron, les permitieron pasar pura y simplemente.

Al cruzar por La Descubierta Jean Claude quiso pararse un rato en el balneario para saludar a la buena mujer que lo acogió y lo trató como un hijo, la mujer al verlo tan bien lloró y lo abrazó con verdadero amor de madre.  Allí estuvieron un buen rato y ya en la tarde tomaron un autobús con rumbo a la capital.  En varios puestos detenían la guagua, le pedían los papeles a él y su "equipo", él enseñaba la carta, enseguida todos los guardias se paraban derechitos como una vela y los dejaban pasar.

Llegaron a la capital y se dirigieron a la casa del jefe, allí los esperaba el General, que cuando vio aquella cuadrilla de hombres solo atinó a pensar que su finca mejoraría seis veces más con aquellos hombres que exigían poco y trabajaban sin parar, y así fue, en vuelta de unos años el General tuvo que comprar tierras aledañas a su finca porque no alcanzaba el terreno para que aquellos hombres sembraran.

Hoy en día Jean Claude es la mano derecha del General y sus primos todos son trabajadores excelentes.  Unos volvieron a Haití y trajeron familiares y mujeres de allá con las que casaron, un par de ellos casaron aquí con dominicanas y hasta el día de hoy son gente de trabajo y que viven muy bien en su paraíso soñado.  ¡A quién le dan pan que llore!
¡¡¡LA VERDAD SIN INSULTOS!!!
(HRCV) Sharing is sexy

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