La ingratitud no tiene memoria (y...2)

By El Barahonero miércoles, 26 de junio de 2013 0 comments
Justo Luperón...
Lo cierto es que desde mi llegada a New York –como explicara en el capítulo anterior- allá para el 21 de Junio del 1977, pude colocarme en la sala de observación desde la cual se podría analizar lo que sucedía con el desarrollo de la comunidad dominicana, aflorando en todas las vertientes que surgen en la génesis de los grandes acontecimientos.  Este conglomerado –dominicano- despertaba una fuerza extraordinaria, uniforme, gallarda, más que orgullosa; dinámica, viril, coqueta, amistosa y sumamente inteligente.  Esa ha sido mi comunidad de dominicanos en esta gran ciudad que nos ha permitido ampliarnos a los estractos inconmensurables, logrado a pulsos y de tezón; esfuerzos ingentes y a ratos mancomunados; pero, empero,  recelosos, arteros, disconformes; muchos envidiosos y connotados traidores ( a sus principios, a la lealtad, al país, a quienes les dieron las manos al inicio, a quienes se constituyeron en base de soporte, etc. y extensa lista de etc. que por su poca importancia ¿para qué ocuparse de tan poca cosa?.  !Si la ingratitud no tiene memoria!.

Entiendo que el “sistema” ha diseñado de qué forma, de qué manera, se debía manejar todo el movimiento de masa que llega –y, sigue llegando- a esta furnia…  Todo está debidamente calculado.  Dónde colocará las fichas.  Que facilidades otorgar, de inicio para que entren en confianza.  Se seleccionan los representantes y les invisten: status de Honorables –varios movimientos en ese orden-, dignos de un ajedrez humano para que se ejecuten coordinadamente; fácil de predecir, previo plan estratégico y todo lo que ya sabemos el sistema ha previsto; sofisticadas herramientas a su entera disposición para el adecuado funcionamiento de la maquinaria tras las metas.

Ya está montado el tinglado: Escenario listo; luces, también.  Inicia  función.  Surgen los efectos, circo y todo se desliza placidamente en loores y descargas de adrenalinas en la comedia humana.  La competencia voraz de la lucha descarnada por la subsistencia.  Producción de pingues ganancias para los intereses creados y luego pasamos a ser deudores de las facilidades que se nos ha brindado con el deliberado y maquialevélico propósito de beneficiarse de la ingenuidad, la ignorancia, la fuerza de trabajo, los espacios dejados al descurbiertos para engrosamiento de los múltiples mecanismos de captación, dentro del orden económico.  Ya sabe.  Después, los ingratos, no tenemos memoria.  ¿No?...  En fin.  Que más da.

La pura verdad de este relato, que dicho sea no pretende denotar nada ni mucho menos a personas, sino exponer estas premisas  -que luego ampliaré en el escenario adecuado- para contribuir , en parte diciendo, la forma que he visto el desenvolvimiento de nuestra comunidad en esta ciudad de New York.

Podría hablar aquí de los pioneros que trabajaron en la construcción de esos andamios con los cuales se apuntalaron las edificicaciones donde actuó nuestra comunidad, desplazada ahora, hacia otros lugares a realizar una “profilaxis social” que ejecutan donde llegan, estos valientes y trabajadores dominicanos.

Podría hablar de organizaciones que fueron usadas para cernir talentos, constituirse parangón, referencia seguir o no imitar, según las circunstancias.  Prototipos de personajes iconos, atendiendo los requerimientos del método impuesto por quienes manejan los hilos de estas marionetas que no saben, al parecer, dónde esta su dignidad.

Usan y lanzan al zafacón del olvido a las gentes  Usan a las instituciones y pasan a retiros, felices a cumplir sus “suenos” de turistas en playas extranjeras con una moda uniforme que identifica a los borregos en su representación.  Escasos, muy escasos los parámetros que nos plantean para modelos seguir.  Cuando sobresale alguna excepción, después de ser encumbrado a todo lo alto del concierto propagandistíco orquestado en una sinfonía mediática, se le deja caer buscándosele lo que nunca le dieron: dignidad, verguenza, honor y todo lo que esa cartilla dice de civismo y sabiduría. Se les deja caer de súbito, tirando el corder que abre el excusado hacia el destino final.  Adios moral.  Idolos de barros que sólo han servido para glorificar la comedia humana que representamos aquí y allá. ¿Por qué obviar, si sí?..

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