“La ingratitud no tiene memoria”

By El Barahonero jueves, 20 de junio de 2013 0 comments
Justo Luerón...
Justo Luperón

Sin querer en esta zaga, hacer unas reflexiones que tengan sabor, tinte o marco de referencia ninguno, entre el tratamiento académico en la exposición de los trabajos, que oblige traer citas que apoyen las enunciaciones y propósitos; cifras que definan claramente el acerto; apoyo de comparaciones que ilustren conduntendemente el lado de la razón que proyecta y esas cosas que en el mundo de la intectulidad se estila como metodología, y lo que he querido dejar como entrega, muy personal,  por la razón que la origina; despojado de todo vestigio de sentimiento que no sea el análisis desde mi óptica.  Abriendo las venas del recuedo para que fluya libre el discurrir aleccionador a rato y billante en otras; sublime y profundamente querido en la mayor parte del trayecto. Existe un lógico trecho.  (Me encantan estas ráfagas de ideas alargadas que desvian el pensamiento por momento para luego rematar, al final con el suspenso.  Como que se apretujan y te hacen leer y releer hasta comprender. Uf. Qué fastidio.)

Pero, pensándolo bien. No puedo dejar de lado la clásica referencia que se dice aconteció con los libertadores de la Isla de Cuba: Don José Martí y Generalísimo Máximo Gómez.  Aquella que narra, la vez que Martí el apostol, fuera a visitar en su feudo de Montecristi, a Don Máximo:  Allí, sin entrar en los detalles pertinentes del caso, surge esta expresión: Se cuenta que dijo Don Máximo: –Y, entonces, qué recibo yo a cambio de mi sacrificio?.  La contestación, que tal como la pregunta, es el “sumun” de lo que se estableció.  Fue algo como esto: “La INGRATITUD  del pueblo”.  De las gentes.

Trato, tomando esta premisa como esencia para, en síntesis, bosquejar algunas visualizaciones que ha tiempo juguetean por el caudoso río de mis pensamientos, pinchando la fértil imaginación que suelen tener los creativos artistas y los que, también como yo, que les gusta aprender de los que se reunen en la mesa de la convivencia con los que de verdad, son auténticos, dentro de las artes y su amplia bandeja de vertientes y opciones, deben tener como base, la imaginación rica y clara para explicar, decir, comunicar, etc…

El próximo día 21, de junio, apenas seis días después de la fecha de haber nacido (15 de junio para ser preciso) se produce un aniversario de mi desembarco en el aeropuerto JFK de la ciudad de New York.  Se celebraba la llegada del Solsticio de Verano.  Por tanto, llegué a esta “Babel” el 21 de junio del 1977.  Tengo 36 años de edad (residiendo en “La Capital del Mundo”) sin haberme ausentado del territorio de Estados Unidos de Norteamérica.  Trabajando con mis limitaciones por el idioma, lo hostil del medio por la variedad de su clima, el desconocimiento normal de cómo se ablandaban las habas por estos lares y otras cosas que con el tiempo he debido digerir hasta asimilarlas.

Lo que sí es que he trabajado, sin miramientos ninguno  (no me arrepiento) porque en ese entonces la comunidad estaba en los inicios de su desarrollo y necesitaba de quienes pudieran dar lo poco o mucho que teníamos en el momento “oportuno” para hacernos visible dentro de este conglomerado de étnias que todas, buscaban, su camino cierto para sus coterraneos convertidos en diásporas, cada una indistintamente, cuyo término, el de diáspora,  es objeto aún hoy, de revisión por los estudiosos en esos menesteres de la sociología y la política que trata sobre el particular.

Sin ningún ánimo fuera de una exposición, fruto de hombre de edad con el derecho y la obligación de contar su historia; decir que en mi tiempo real, he sido un hombre responsable con sus gentes, su sociedad y con los principios nobles de los que asumen con carácter, el accionar firme de sus deberes.

No tengo al presente de por qué mirar hacia el pasado.  Ya es pretérito.  No desdeño el promisorio porvenir porque tengo la seguridad de su fortaleza, pues aún trabajo duro al presente.  Aquí y ahora.  Día a día.

En la conclusión de este periplo, conformado de cuatro movimientos, definiré: Porque : “LA INGRATITUD NO TIENE MEMORIA”.  Ya que el color de la ENVIDIA es negra.   Quizas muchas personas se espanten de verse retratadas (tal cuales son…… ) Hasta el próximo…
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