¡Heroína en Barahona!

Héctor Rafelín Cuello...

Esta historia me la contaron hace muchos años y hace unos meses, conversando con un amigo, me acordé y hoy la quiero compartir con todos ustedes.  Aunque la misma tiene que ver con el consumo de drogas, en este caso la heroína, la contaré como me la contaron.  Espero que luego de leerla tomen la determinación de alejarse de los vicios y malos amigos o terminarán sus vidas de mala manera.

Corría el año 1990, ya en Barahona las drogas habían tomado cierta velocidad y habían aparecido algunos puntos donde se vendían estupefacientes de forma discreta, en esos lugares se vendían cocaína y marihuana, la heroína no era una droga que aparecía ni se vendía en Barahona.

Un día a un vendedor de drogas de Barahona le llevaron unos bultos que contenían una droga que era extraña para él, y el que la encontró en el mar tampoco sabía lo que era, sí sabían que era droga porque el que la encontró le puso un dedo a un poquito de polvo de uno de los sacos, la probó y tuvieron que correr con él, le untaron gas en la planta de los pies y vomitaba constantemente.  Tuvo como tres días interno en el hospital mirando burriquitos aparejados volando por los aires.

Cuando se recuperó le llevó la droga al traficante que ya les mencioné, éste, como tipo dañino, llenó una caja de fósforos y se la dio a un "tigre" del sector el Puente para que, según el diabólico traficante, probaran una vaina nueva que él creía que era heroína.   El "tigre" del puente tomó la droga y se fue para un billar que había en ese sector, donde se reunían los "tigres" ha consumir drogas, jugar billar y hablar de sus diabluras.  El deseo del traficante era enviciar a los hombres para que le siguieran comprando.

A quien le habían dado la caja de fósforos con la droga la tenía en un bolsillo del pantalón, de un momento a otro la sacó y le dijo a los que estaban allí que tenía una vaina que era mortal y enseguida les preguntó que si la querían probar, todos dijeron que sí, he hicieron una fila.  El "tigre" tomó un palo de fósforo, lo introdujo en la caja donde estaba la droga y le fue metiendo el palo untado uno a uno por las narices, hubieron unos que hasta repitieron.

Pasaron unos minutos y todos empezaron a reírse y burlarse del "tigre", le decían que esa vaina lo que daba era como nausea, pero que no drogaba.  Al rato estaban haciendo fila, pero para vomitar.  Hubo uno de los que repitió que acostó una goma de camión que había en la acera, y que era un anuncio de un gomero que había justo al lado del billar, se bajó los pantalones y se aplastó defecando un mojón que medía como un par de pies, el aparato defecado tenía hasta nudos.

Hubo otro que arrancó a correr por la calle Santiago Peguero, éste creía que alguien lo estaba corriendo para matarlo, pero cuando llegó a la esquina de la Santiago Peguero con Jaime Mota se detuvo, miró para atrás y vio que no lo perseguían.  Pasaron unos segundos, pasó un motor que hizo una explosión como cuando las bujías están mojadas, ¡Pla!, ahí mismo el tipo se abajó y salió corriendo por la bajada de los Motas, dobló a la derecha por la Luís E, Delmonte, luego doblo en un solo pie por la carretera hacia el Batey y aceleró la velocidad, el tipo pasó por la Casita Blanca como alma que lleva al diablo.

Llegó frente a la oficina del Ingenio y ahí se paró, se sentía la cabeza grande, sudaba como un caballo, se sentía asustado y no sabía por qué.  Un guardia que estaba de puesto en la oficina del Ingenio le voceo:  -"¿Oye, qué tu haces ahí?, ven acá"-.  Cuando el oyó eso salió corriendo de nuevo y no paró hasta que llegó a su casa.  Allí se puso malo y lo tuvieron que amarrar de una mata de quenepa porque nadie podía con él, tenía más fuerza que El Hombre Increíble.  Le echaron agua con una manguera, cuando se calmó un poco lo acostaron, le untaron gas en la planta de los pies y lo dejaron solo en una habitación, trancando la puerta del cuarto con candado.  Al rato al tipo le entró de nuevo el pánico y se tuvo que acostar entre medio de los dos colchones, como si fuera la carne de un sándwich, ahí estuvo hasta el día siguiente. 

Hubo otro de los "tigres" que se mandó corriendo para su casa, allí se puso malo, le untaron alcoholado con alcanfor en la planta de los pies y en el cuello, le dieron una agua de azúcar bien cargada y lo dejaron solo en el patio.  Al rato oscureció y la familia se cansó de buscarlo y no lo encontraron por ningún lado.  El tipo se subió en una mata de ciruela y allí se sentó en un ramo como si fuera una gallina, ahí amaneció, al otro día tuvieron que subirse a la mata para poder bajarlo.

Otro de los tecatos se metió debajo del puente por donde pasa el río Birán y allí amaneció, solo sacaba la cabeza ocasionalmente para ver si alguien venía a matarlo, pasó la noche con todo el cuerpo metido en el agua y solo dejó fuera la nariz, los ojos y cabeza.

Para concluir este historia debo decirles que la caja de fósforos repleta de heroína los familiares del que la tenía se la encontraron en el bolsillo y la echaron en el hoyo de la letrina.  El traficante de drogas encontró a otros vendedores que vinieron de la capital y le compraron toda la heroína que tenía, los "tigres" del puente jamás volvieron a consumir heroína, pero todos quedaron enviciados de por vida con otras drogas.  Todos, menos uno, murieron matados a tiros o por machete.  El que quedó vivo anda por ahí que no sabe si va o viene.

El traficante se ganó unos millones y logró pagar un pasaje en yola y se fue a Puerto Rico, de ahí pasó a New York y allá está preso purgando una larga condena por tráfico de drogas.  Con casos parecidos a este que les cuento fue que la droga en Barahona tomó velocidad.  Hoy en día hay puntos de drogas por todas partes, algunos parecen públicos, y nuestra juventud, en su mayoría, está perdida  sin que nadie se apiade de ellos de verdad y corazón.

Nota del editor:  Esta historia me la contaron como digo al principio y se las cuento para que vean como la droga no vale la pena y solo trae desgracia a la vida de quienes la consumen.
¡¡¡LA VERDAD SIN INSULTOS!!!
(HRCV)