Robelín: un delincuente hecho en casa

By El Barahonero viernes, 29 de agosto de 2008 3 comments

Robelín nació como la auyama, con la flor en el ano. Desde que nació sus padres se lo dieron todo. La madre fue apoyadora en demasía. El padre le dió a este hijo lo que no le dio a ningún otro de sus once vástagos; no se sabe si por un cargo de conciencia por no haber cumplido con sus otros hijos o por agradar a la madre del niño, a la cual le doblaba la edad, quizás fue una combinación de ambas cosas.

El niño desde que nació sus progenitores le dieron todo lo mejor; la mejor leche, las mejores comidas, las mejores ropas, los mejores tenis, todo lo mejor era para Robelín. Al niño todo le lucía, todo lo que hacía se lo celebraban. Si mordía, arañaba o golpeaba a un amiguito los padres lo celebraban como cuando un boxeador gana una pelea de campeonato. El padre del pequeño solía decir: -"Que guapo es mi hijo, eso fue a mi que salió".

No había niño que le pasara por el lado que Robelín no lo agarrara por el pescuezo y lo reguilara como un trompo. El padre, en ves de corregirlo, empezó ha decirle a todos: -"Agarren sus hijos que el mío es un terror y si agarra a sus muchachitos se los revienta, ese hijo mío es un verdugo, ese es un león que yo tengo ahí"-. Así solía decir el padre con una sonrisa de satisfacción.

Robelín cumplió cinco años y lo inscribieron en el mejor colegio de la ciudad, bueno, no se sabe si era el mejor, lo que si se sabe es que era el más caro. En su primer día de clases el niño cogió a una niña por el cuello y la estaba estrangulando, la maestra intervino sujetando al pequeño agresor, éste, en un descuido, mordió a la maestra en un brazo arrancándole un pedazo de carne. Nadie se podía explicar como un niño de esa edad había hecho semejante cosa. La pobre maestra tuvo que ir a la clínica, el doctor lo primero que le preguntó fue: - "¿Señora donde está el perro que la mordió, hay que revisarlo para ver si tiene rabia?"-. Cuando la maestra le dijo al galeno que su agresor había sido un niño de cinco años, el doctor solo atinó a exclamar: -¡Ay mi may!

Los padres del niño fueron llamados de emergencia al colegio; se les informó de la proeza de su vástago y que se tenían que tomar medidas disciplinarías contra el niño por su mala conducta. El padre al oír aquello se alteró, se puso de pie y dijo: -"Usted está cometiendo un abuso, mi niño solo tiene cinco años, mire lo que vamos a hacer; yo le voy a pagar todos los gastos médicos a la maestra y le voy a regalar dos mil pesos, además, eso debe haber sido una mordidita, mi niñito es solo un bebe de cinco años"-. Esta conversación se efectuó delante del niño.

La maestra fue curada y despachada. Volvió al colegio para continuar con su labor magisterial. Cuando llegó al colegio fue recibida por la directora que le comunicó el ofrecimiento de los padres. La profesora acepto el pago de la clínica y los dos mil pesos, pero se negó rotundamente a que el niño regresara a su aula. Ante la insistencia de los padres y la directora para que la maestra aceptara al niño, la profesora dijo: -¡El niño o yo!
La directora no tuvo más remedio que botar al niño. Los padres indignados por el abuso, que según ellos se había cometido contra su hijo, no tuvieron más remedio que llevarse al muchachito a otro colegio.

Pasaron cinco años, el niño fue botado de todos los colegios de la ciudad; rompió narices, mordió, arañó, puyó ojos, escupió, rompió bocas y dio sillazos. Siempre contando con el apoyo de los padres, quienes siempre encontraban una justificación para los desmadres que cometía su niño. A sus diez años el muchacho se desarrolló en un deporte: coger lo ajeno. El niño empezó a llegar a su casa con cosas que no le pertenecían, a pesar que sus padres se lo daban todo. Un día llegó a su casa con un pollito, la madre, sin preguntarle de donde lo sacó, dijo: -"¡Ay que lindo pollito!"  Una vecina se apersonó a la casa del niño ha reclamar el pollito, que era propiedad de su hijo y ha dar la queja que Robelín se había metido en su patio y sin permiso se cogió el animalito. La madre de Robelín se alteró diciéndole a la vecina que su hijo no era ningún ladrón, que seguro su hijo había hecho eso jugando, y añadió: -"Mire cincuenta pesos para que le compre cinco pollitos a su hijo y deje de estar hablando vaina, que mi hijo no es ningún ladrón, buena muerta de hambre".

Así se fue formando un monstruo de siete cabezas. El niño pasó a robar juegos de vídeo a sus amiguitos, tenis, bicicletas, y todos los días "levantaba el pañito" en su casa. Decían los vecinos que el niño había empezado a fumar marihuana. Los padres eran tan apoyadores que llegaron a ponerle dinero al niño en lugares donde pudiera encontrarlo fácilmente para que no tuviera que hacer lo mal hecho en la calle. Pero Robelín seguía robando a trocha y mocha.

El día que cumplió catorce años fue herido de un balazo en una pierna por la policía; el jovencito se puso a disparar con una chilena, la policía lo sorprendió y tuvieron que dispararle porque los apuntó con el arma. El padre usando su influencia hizo que cancelaran a los policías por haberle disparado a su inocente muchachito. Desde ese día el jovencito pasó a las grandes ligas del crimen; empezó a inhalar cocaína, ha fumar crack, y ha tomar alcohol en demasía.

También empezó a atracar bancas, colmados, arrebatar cadenas, carteras y "tumbar" motores. Ya a Robelín no le importaba nada ni nadie; el que se le resistía le metía un plomazo sin dolor de su alma. El joven caía preso casi todas las semanas, un día era por un atraco y el otro por posesión de drogas, pero siempre el padre usaba su influencia política para que su hijito saliera airoso de todos estos percances.

Un día el partido del padre apoyador perdió las elecciones; el hombre cayó en desgracia económica y amorosa. Cuando la mujer vio que mermaban los recursos monetarios de su marido empezó a echarle en cara su vejes. El hombre perdió su "amor" por falta de recursos económicos y físicos, ya no podía mantener sexualmente a una mujer a la que le doblaba la edad, y sin dinero, la cosa se tornó imposible. El matrimonio se disolvió.

Robelin al ver la separación de sus padres se puso peor. Dicen que ya había matado más de cinco cristianos. Un día la policía lo agarró, lo acusaron de la muerte de un pobre hombre al que atracó para quitarle el medio de sustento de su familia: su motocicleta. El joven monstruo fue conducido delante de un juez, éste lo mandó a la cárcel con tres meses de prisión preventiva. Esta ves el pueblo creía que se iba a hacer justicia, que equivocados estaban. Al mes de estar preso el padre apoyador vendió su única casa y al otro día "misteriosamente" el monstruo salió libre de todos los cargos.

Robelin salió de la cárcel poseído por los demonios de las drogas y el rencor. Salió mil veces peor de lo que entró. El malvado fue capaz de mandar a cinco de sus amigos a que atracaran y violaran a su madre. El motivo que usó el joven demonio para justificar ese hecho fue que su madre lo abandonó en la cárcel, pero que nunca le llevó dinero para el mantener su vicio de drogas, que solo le mandaba comida y porque era un cuero que le había pegado cuernos a su padre varias veces con diferentes hombres. Fue tan bárbaro que se atrevió a confesar a la madre que él fue quien mandó a sus amigos para que la robaran y violaran. El Satanás criollo, en una discusión con la madre, le dijo: -"Fui yo que mandé a mis panas para que te roben y violen, eso fue para que no seas cuero, traidora, y para que me respetes".

La madre no tuvo más remedio que abandonarlo todo y huir, dejándole su creación al padre y al pueblo que es el que paga sin tener culpa, de la mala crianza que recibió el monstruo. El padre, sin casa y sin la botella en el gobierno, tenia que buscarle quinientos pesos diario al engendro de su creación para este mantener su vicio. Llegó el día que el padre no pudo seguir dándole los quinientos pesos al hijo y este amenazó con matarlo, si la gente no corre en ayuda del hombre, seguro que hoy estuviera siete pies bajo tierra.

El padre, que tenía visa norteamericana, huyó hacia ese país, dejándole su monstruo al pueblo. Robelín, que estaba totalmente desacatado, trató de atracar a un infeliz a plena luz del día, el plan no le resultó y el atracado se aferró al arma que tenia el atracador quitándosela. Se reunió una multitud que empezó ha golpear al ladrón con palos, piedras y machetes, linchándolo. El joven murió como vivió.  Los padres aparecieron para dar sepultura al cadáver de su hijo. Dicen que los padres, llorando en el velorio, se quejaban de la mala suerte que tuvieron en la crianza de su muchacho.

La madre dicen que lloraba y gritaba a voz en cuello: -"Mi muchachito yo que te lo daba todo y te me echaron a perder, mira como te desbarataron a golpes esos asesinos"-. La mujer terminó con un ataque y solo repetía: -"Justicia, justicia, justicia".- La justicia ya se había consumado, se cumplió el refrán que dice: -"¡El que a hierro mata, a hierro muere!"

¿Cuántos casos como este usted conoce? ¿cuántos padres irresponsables están en el proceso de crear un monstruo igual a Robelin?  Por casos como este es que nuestra sociedad está como está. A los hijos no se les apoyan las vagabundearías, hay que corregirlos desde pequeños y desde bien temprano en sus vidas hay que encauzarlos por el camino de la honradez, el amor al prójimo y el respeto a los demás. Inculcándoles el amor a Dios por sobre todas las cosa.

Esta historia es producto de la imaginación del escritor, cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia.
¡¡¡LA VERDAD SIN INSULTOS!!!
(HRCV)
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3 comentarios for this post

  1. Los hijos son productos de sus padres, vienen al mundo sin saber nada y aprenden lo que ven en sus familias.

  2. eso es verdad no hay nada mas y de baja moral que darle todoa un hijo, y despues ver ese hijo faltarle el respecto hasta a uno mismo, y si es verda que los hijos hacen lo que ven de sus padres,pero no es igual apoyar a un hijo a darle todo lo que quieran,y aun asi no todos salen buenos.

  3. Excelente historia y que mas de una vez se ha cumplido en nuestro pueblo Barahona.
    Dice un proverbio Africano, que para criar un niño, hace falta una tribu. Por eso concidero que todos somos culpables de casos como estos, pues desde los padres en la casa, hasta los tios o los padrinos, pasando por las maestras o los amigos, todos, todos somos responsables de hacer correcciones en cualquier persona que vemos esta tomando el camino equivocado en la vida, por que al final nosotros pagamos por dejar pasar las cosas.
    Oscar Matos
    Al Nasiriyah, Irak

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